Sin pudor, sin prejuicios, con alborotada alegría, provocativa, la pintura de Maribel Vidal-Quadras irrumpe con una bullaranga colorística más allá de certidumbres estilísticas… Son diversas las paletas que se unen, como un puzzle, para formar una composición fundamentada en el contraste. Contrapunto del color y contrapunto de texturas, provocando la dialéctica de lo que se contrae y de lo que se expande, de los soportes duros de la madera con los etéreos de los lienzos, algunos casi transparentes… El color brilla, se apaga, vuelve idéntico a sí mismo, se devora y engendra, se repite en gajos de alegría, crepita en la dicha del oleaje de la pintura derramada, en torno al ojo atento que lo piensa. Para Maribel Vidal-Quadras, como en Kandinsky, uno de los fundadores de la Abstracción, el problema de la forma se vuelve secundario en el arte. El tema primordial es la expresión del color, que se traduce en un debate violento de la luz y de la sombra: una revuelta de las claridades que remueven y sacuden tratando de desgarrar la capa de las tinieblas.